
Basta con echar un vistazo a las redes sociales para confirmar lo que ya se siente en las calles: la vida política y social de Santo Domingo Este está en un estado de letargo absoluto. La Fuerza del Pueblo, sin rastro de activismo, parece ajena a sus propias elecciones internas. Del PLD, ni se habla, como si hubiera desaparecido del mapa. El PRM, por su parte, apenas se deja ver con algunos videos cargados de chismes y aspirantes que se adelantan al calendario, pero nada más. Fuera de ahí, el resto de los partidos son una sombra: nulos en actividades, formación o cualquier señal de existencia.
En el ámbito mediático, la situación no mejora. Si acaso, alguna prensa local se limita a entrevistar «muertos políticos» que no alcanzan ni a medio titular. Esto desnuda una realidad cruda: Santo Domingo Este carece de una clase política activa. Somos un cementerio viviente y mal cuidado, con una prensa casi inexistente para el tamaño de la ciudad y su población. Ni las noticias buenas ni los accidentes que ocurren en el territorio logran ser reseñados con la relevancia que merecen.
En apenas un año, hasta los días patrios han perdido su esplendor. Ya no se conmemoran por todo lo alto, y los pocos eventos que se organizan no cuentan con la presencia de los políticos, quienes parecen desentenderse por completo.
La apatía es total; el desprecio por el presente y el futuro de la ciudad, evidente. Santo Domingo Este se ha convertido en un simple dormitorio habitado por personas a las que, al parecer, ni les late el corazón.
Algo sombrío ha apagado al municipio, y ni el pan y circo de las autoridades logra movilizar a una población a la que, pareciera, le han extirpado la esperanza, el vivir y el amor.
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